
Esa noche, Aniceta, esposa de Busteros, supo que su tercer hijo estaba por nacer; no obstante, con valentía sobrellevó las contracciones y aguardó hasta el amanecer para no importunar a la familia. Tan pronto se percató, el Primer Teniente Alcalde corrió en búsqueda de la partera para que asistiera a su mujer. Al filo de las nueve de la mañana, el inconfundible llanto de un bebé anunció el nacimiento de un varón al que le habían reservado el nombre de su padre.